Conocí a Darío Manuel González Moreira en el marco de la Complutense de Madrid. Asistía con su alter ego, a uno de mis cursos de Técnicas ARLU. Mis discípulos en esos cursos eran muy variopintos. Quiero decir, que no todos eran músicos, como podría esperarse dada mi condición de música profesional. Pero también es cierto que el contenido de mis cursos era bueno, y es, más una filosofía de vida sana de cuerpo y alma, que una teoría para músicos. Por lo que desde la Complutense estaba dirigida a cualquier tipo de estudiante y profesionales jóvenes.
Digo profesionales jóvenes porque es la época en la que el ser está más abierto y dispuesto a recibir cualquier tipo de información. Así que en la Complutense se amalgamaban músicos con matemáticos, físicos, historiadores, filósofos… De todo tenía en aquellas preciosas clases que duraron más de una década. Duraron hasta que en mi propio centro, el RCSM de Madrid, adoptó la asignatura para su currículo superior de materias optativas.
Volviendo a Darío. En uno de los descansos de media mañana de aquellas jornadas monográficas, pues el curso era intensivo, se me acercó Darío Manuel con Clara, su compañera del alma. Se les veía muy interesados por todo lo que yo exponía y explicaba. Cambiamos pareceres sobre las materias que había impartido en aquella mañana. Y hablando de tantas y tantas cosas como hubo lugar en sucesivos descansos y finales de clase, salió el tema de la composición que Darío profesaba, y su relación con mi carrera profesional como artista práctica del arpa. Y creo que fue ahí donde surgió la chispa que encendió el corazón del joven compositor para plasmar sus sensibilidades en pentagramas destinados al arpa. No tardó en componer su primera obra para arpa. Darío parece que se muestra mucho más cómodo escribiendo para música de cámara que para un instrumento en solitario. Me sorprendió con Danzas para la paz. Obra para flauta y trío de cuerda. El título de la obra no puede estar más en consonancia con la música. Pero ya no solo de esta música, sino lo que emana de Darío. La esencia de su espíritu es pacífica, serena. Llena de paz. Cuando Darío habla sus palabras se alimentan de un ritmo cadencioso, lento y expresivo. Y así es su música. Es como si una ráfaga de aire calmado acariciara el espíritu. El arpa y la flauta se prestan maravillosamente para engarzar la paz que emana del espíritu de Darío. Una especial dulzura armoniza todas las cadencias cordales que se trenzan con la melodía expresada por la flauta. Y me gustó tanto su primera obra escrita para mí y mi querido instrumento, que además, de estrenarla, la editamos y grabamos en el doble soporte de Editoriales ARLU (música impresa y cd). La frescura que irradia la música desenfadada, pacífica, serenamente expresiva y eminentemente musical de Darío, me animó a solicitar de él que enriqueciera el catálogo Ludoviquiano. Así pues, le solicité una pieza que, aunque no rememorara la Fantasía de Ludovico del Compositor renacentista, Mudarra, obra para Darío tan familiar y cercana por ser guitarrista de profesión, y digo, que aunque no la rememorara ni en título ni en contenido, hubiera, al menos, alguna alusión al tema, aunque fuera mínima. Y así llegó a mis manos para su análisis y beneplácito, su Fantasía del Nuevo Mundo. En esta nueva ocasión su escritura era para arpa, flauta y cuarteto de cuerda. Iba engrosando la paleta instrumental. De nuevo me sorprendió su belleza. Eran como fragancias musicales de ida y vuelta. Como si los aires musicales españoles hubieran llegado a las nuevas tierras, y se hubieran empapado de ritmos, efectos y colores caribeños o sureños, y mestizándose, retornaran a la orilla primigenia. Darío titula a los tres movimientos en los que articula esta obra: Agua, Aire y Tierra. Agua y aire, sí, como elementos etéreos, cristalinos, transparentes. Y tierra para asentar las armonías que el viento dulce, la suave brisa llena el ambiente de evocaciones poéticas.
Así trama sus obras Darío: preciosamente, musicalmente sensibles, artísticas. Una urdimbre se atrapa al telar que Darío teje con elementos muy simples, yo me atrevería a denominarlos, como de muy naturales: una armonía casi transparente. Pero con ello consigue un resultado musical altamente artístico, que emociona y conmueve por la profundidad emotiva de sus melodías.
Confío en que Darío, que ha contribuido de forma tan decisiva a mi viejo, pero constante, empeño de actualizar la literatura de arpa, siga con este filón de sabiduría e inspiración para que no se frene aquí su aportación al engrandecimiento del repertorio arpístico.
Doctora Profesora María Rosa Calvo-Manzano. 17/08/2013